Recientemente se han colocado junto al monumento al encierro de Pamplona tres carteles mínimos que advierten en euskara y castellano de la prohibición de encaramarse. No voy a entrar en lo que pagan el resto de ciudades del mundo para que los turistas se suban a sus monumentos. Tampoco en las costosas iniciativas de comunicación para conseguir una referencia significativa en diferentes ciudades. ¿Por qué el monumento al encierro no va a ser similar al Manneken Pis de Bruselas, a la Fontana di Trevi o a la misma Fuente de la Navarrería? Pues no, en Pamplona queremos alejar a la gente de los sitios por los que más interés muestran quienes nos visitan simplemente porque se rompe un poco o sea hace un uso incívico del mismo. Pero ese debate, es otro. Yo me quiero quedar más en la forma de comunicar estas cosas. O avisas, o alisas, en referencia a escoger si cumplir con las necesidades de un cartel o con las necesidades de la estética.
Y digo así porque, en Pamplona, a la hora de avisar primero se pregunta a los vecinos por si les molesta el cartel, luego al arquitecto municipal o al técnico de turno sobre cómo lo haría, luego con compras, luego con el letrado y, pocas veces, con el área de comunicación o de tráfico -porque no me creo que este caso haya tenido el visto bueno de estas áreas-. Y digo esto porque los carteles escogidos para proteger el monumento al encierro son muy monos, muy integrados en el monumento, pero inintelilgibles para extranjeros y, por ello, muy poco funcionales. Es una opinión, aunque también creo que una evidencia. Y siguen una línea con toda la grafía del encierro que es más que lastimosa.
Las normativas sobre temas de seguridad y advertencias son muy claras y comunes en casi todos los idiomas y países. Es algo similar a lo que ocurre con las señales de tráfico, se busca un lenguaje de signos común, o por lo menos una manera uniforme de entenderse. Los carteles que advierten del recorrido del encierro tienen la misma aluminosis comunicativa que los recién colocados que, en Sanfermin, se agrava y se agravará. Simplemente podíamos seguir el ejemplo de las indicaciones del Camino de Santiago por todas las ciudades del norte.
Esto se agrava mucho más si le pedimos a los carteles que alerten e informen de cara al encierro. Hay avisos sonoros, guías (no muchas en multi-idioma), pero no hay carteles in situ advirtiendo de normas y peligros o recorrido. En este sentido, la iniciativa que más me gusta a mí es un cartel que usa la gente de Nueva Orleans para su particular Sanfermin, the Nola Running of the bulls. Todavía no pueden utilizar carteles permanentes porque no les abraza el tiempo ni la tradición, por lo que recurren al cartel de papel para lanzar sus avisos. Tenemos que añadir que los leguleyos americanos aprovechan todas las brechas posibles para pedir lo suyo, por lo que cuando organizas un encierro, aunque sea sin toros de verdad pero al que asisten 3500 personas, debes dejar claras las condiciones antes de empezar. Para ello, este cartel en grandes colores, avisa a lo largo del recorrido en dos idiomas: Cada uno corre bajo su riesgo, no se toca a los toros (patinadoras en este caso), si te caes te quedas quieto, no te pares en la carrera y niños por la acera, please. Y además, entra la publicidad para pagar el cartel. Me lo traía a Pamplona ahora mismo. Eso.
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